...
— “Las cosas están
empeorando”.
Dejó a un lado el
cucharón y volvió a sentarse para lustrar el filo de su navaja.
— “Yo...Y ese niño
también...”.
Los recuerdos de hace dos
días llegaron a su mente. Al principio le había costado un poco recordar porque
su mente se volvió confusa poco después de quedarse solo con Bud, pero cuando
por fin había vuelto a sus sentidos... Definitivamente recordaría todo,
demasiado bien para su gusto...
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Lo primero que llegó a
sus, ahora lúcidos, ojos fue la cara sonrojada del Rey Mercenario, respirando
con dificultad a pocos centímetros de su rostro; tenía los ojos cerrados y el
sudor empapaba su frente, cayendo hasta el cuello de su camisa indecentemente
desordenada. La mirada del asesino fue descendiendo hasta que sus pupilas
temblaron, llenas de conmoción.
Sus piernas estaban bajo
las del mercenario, por esa razón estaba tan cerca que podía sentir aquella
respiración tenue chocando con sus mejillas; pero, el mayor problema era que
sus manos sostenían no solo el miembro desnudo de Bud, quién parecía haber
perdido el conocimiento en algún punto, sino también su propio pene, ambos manchados
de una sustancia blanquecina.
—Tsk — Se apartó
suavemente, ignorando a propósito la sensación del aún erecto miembro contrario
frotándose con el suyo.
— “Perdí el control”.
Su cuerpo se había
enfriado y en sus ojos había una mirada caótica, instantáneamente abrió su
bolsillo para encontrar un pañuelo o algo para limpiarse. Al final tomó una
botella de agua, un paño y unos pantalones nuevos.
—Haa, haa, haaa...
Luego de cambiarse y
calmarse un poco para poder ver la situación con objetividad, desvió sus
pupilas hacia el desastroso Bud Illis, examinando el vestigio del delito;
levantó con cautela la camisa negra, develando el pecho subía y bajaba con
rapidez. La piel ligeramente tostada del maestro de la espada estaba roja en
varios lugares, no tuvo que pensar mucho en quién había sido el culpable. Antes
de detallar más a su pobre víctima, que parecía estar al borde de un colapso
pulmonar, se arrodilló a su lado y después de cubrirlo con una manta tomó la
soga, luego lo amarró al árbol con destreza.
— “Con cada intercambio
el poder del artefacto se vuelve más fuerte, si es un maestro de la espada las
cosas van a ser más difíciles, muy seguramente”.
Tras asegurarse de que
por lo menos limitaría sus movimientos, tomó el frasco café que había dejado a
un lado, para ponerlo en la boca jadeante del hombre de cabello azul, luego lo
forzó a tragar y detrás le dio un poco de agua. Posteriormente, guardó lo que
quedó en su bolsillo... O eso trató...
La reacción había sido
tan repentina que ni siquiera sus desarrollados sentidos de asesino lograron
advertirlo a tiempo. El frasco vacío rodó por el suelo y la botella terminó en
algún lugar lejos de su cuerpo.
— “Definitivamente me
estoy volviendo viejo”.
De un golpe fue atrapado
entre los brazos fornidos del Rey Mercenario, las sogas se habían rasgado como
papel al enfrentarse a un simple roce del aura azul y ahora colgaban inútiles
en el cuerpo del maestro de la espada.
—Kehehehehe, así lo
quería ver, Ron-nim; el cazador, cazado.
Los irises verduzcos del
mercenario se veían nublados, Ron lo vio lamer sus labios con lo que parecía
ser lujuria, pero su mayor problema comenzó cuando el Rey Mercenario juntó su
entrepierna desnuda con la suya por encima de su nuevo pantalón. Seguidamente,
el aliento acalorado del atacante rozó el oído del mayor Molan.
—¿Esto no era lo que
quería, Ron-nim?
Una risa peligrosa escapó
de los labios de Bud, a la par que afianzaba el agarre en su diestra,
aprisionando las muñecas del asesino cazado, tomó uno de los trozos de soga;
casi inmediatamente una daga voló hacia el costado derecho de su abdomen,
aprovechando la apertura que quedó expuesta al levantar su brazo para atrapar
la soga que rodeaba su abdomen. El filo chocó con una barrera formada de aura y
la mirada verde se volvió más aguda, a la par que su diestra atrapaba de nueva
cuenta aquella peligrosa zurda que pensaba amenazarlo.
—¿Huh?, supongo que a
esto se refería con los conejos que luchan hasta el final, ¿verdad, Ron-nim?
La mirada ácida y los
ojos enloquecidos fueron una imagen demasiado peligrosa para Ron, quien en
silencio ideaba todas las formas posibles de derrotar a este maestro de la
espada que se había vuelto loco. Los ojos miel del sirviente de Cale se
entrecerraron ante la llegada de un furtivo pensamiento.
— “Un conejo en celo...”.
Con movimientos
invisibles para casi cualquier otro humano, Bud ató con rudeza las muñecas del
peligroso asesino; esta vez Ron trató de alejarse dando una patada en la zona
débil de Bud, que ahora estaba, una vez más, completamente expuesta en toda su
extensión, gracias a la manta que había volado lejos de ambos. Una risa burlona
lo recibió, entre tanto, su pierna había sido atrapada.
Sin embargo, Ron-nim aún
no se rindió y trató de dar un golpe en su cabeza, a lo que esta vez la diestra
del Mercenario atrapó sus manos atadas y las devolvió a su lugar en el suelo,
por encima de su cabeza. A posteriori, la zurda del maestro de la espada
arrastró el muslo de la pierna que sostenía entre sus dedos, haciendo que su
entrepierna rozara la de Ron, como queriendo ignorar la presencia de la ropa
que se interponía entre los dos.
—Ugh... Haaa —Aquella
pequeña fricción plantó una sonrisa aún más grande y peligrosa en el Rey
oriental, haciéndolo apretar los dientes embriagado en abstinencia. — Kehehe,
Ron-nim, parece que aún no se ha dado cuenta de su situación.
Las manos del hombre se
movieron con gracia y rapidez, entonces, para cuando volvió a mirar, sus manos
estaban fuertemente atadas al árbol a su espalda y el Rey Mercenario lo miraba
con ojos retadores y juguetones.
—Primero le voy a
devolver lo que me hizo, ¿qué le parece, Ron-nim? — Le dijo Bud al oído, Ron
permaneció indiferente a pesar de que su cabeza trabajaba a gran velocidad. La
barbilla del asesino fue tomaba con cierta brusquedad y los labios ajenos se
acercaron a los suyos.
—Ni siquiera trate de
morderme, Ron-nim, o haré que las cosas sean más difíciles para usted. — Tras
esa sutil advertencia los irises verdes chocaron contra los castaños en una
pequeña batalla, para luego desviarse hacia los labios que estaban casi pegados
a los suyos; así entonces, Bud dio un suave beso al asesino. Se alejó riéndose
entre dientes.
—Ahora falta algo más— Ágilmente
los dedos de Bud apartaron la camisa negra de Ron, develando la bien marcada
figura del asesino, cuya piel estaba llena de heridas antiguas. Tal fue la
brusquedad que cruzó por la cabeza de Ron el fugaz pensamiento de que, si
hubiera llevado su habitual camisa de botones, la hubiera destrozado hasta
hacerla girones.
—Woah, verdaderamente,
Ron-nim, no… El patriarca Molan es definitivamente un asesino, jajaja. — La
risa de Bud sonaba burlona, mientras acariciaba con gula los músculos aún bien
formados y estilizados de Ron, replicando parte de lo que el Molan había hecho
antes con él. —Estaba escondiendo todas estas cosas buenas....
El gesto de Ron se
arrugó.
— “¿Debería llamar a
Beacrox?”.
Si su hijo estuviera
allí, por lo menos podrían distraer a ese maestro de la espada para noquearlo
de alguna manera, pero ahora que él era el que estaba su merced, quizá no sería
tan buena idea que su hijo apareciera.
— “No creo que sea sano
que me vea así...”.— Mientras sospesaba sus opciones, escuchando la pequeña
risa malvada de Bud, miró a sus alrededores con disimulo para tratar de hallar
una salida. — “Además, No creo que estemos tan cerca del campamento, parece que
nos movimos a algún lado”.
—Ron-nim~— La voz de Bud
sonaba melodiosa pero aquel gesto lascivo que le estaba dedicando al asesino
creaba una mezcla tan peligrosa como los cocteles Molotov del mundo de Rok Soo;
el rey tomó con fuerza los muslos de Ron y provocó un roce de su entrepierna
aún erecta con la contraria, que permanecía aún bajo la ropa.
—Agg, haa... Jeje,
Ron-nim, esto se siente muy bien. — Algunos pocos mechones desorganizados caían
sobre el rostro salvaje del mercenario. Su coleta baja se había desamarrado un
poco, dejándolos balancearse al ritmo que adoptaron sus caderas.
—Tsk.
—Jaja, me gusta la cara
que está haciendo, Ron-nim...Haa, haa...
Los ojos de Ron se habían
vuelto gélidos y entre sus cejas una pequeña arruga hizo acto de presencia, a
juego con su boca torcida en disgusto.
—Jajaja, esto sí que es
bueno, Ron-nim, parece que también le gusta...—La pequeña risa burlona de Bud
sonaba baja, al igual que su voz entrecortada por los jadeos. Los ojos del
maestro de la espada se clavaron en la ligera erección que ahora llenaba los
pantalones del patriarca y luego sus manos los siguieron; un pequeño gruñido
amenazante le respondió desde más arriba.
—No haga algo de lo que
se arrepienta, Rey Mercenario.
El Rey Mercenario acercó
su rostro nuevamente al que lo miraba con ojos viciosos.
—Ahora mismo usted,
Ron-nim, es solo una víctima. — Ofreciéndole una sonrisa malévola, Bud acercó
su boca al oído del patriarca de la casa Molan. —Hace un rato se estaba
divirtiendo mucho, ¿cierto?, qué tal si ahora disfrutamos los dos.
— “Este estúpido, niño. Realmente
quiere dejar este mundo”.
Los largos dedos y
callosos del hombre de anchos hombros y músculos gruesos se metieron en el
pantalón del asesino. Buscaron su miembro ansiosamente, atrapándolo entre ellos
deliciosamente.
—También tenía mucho que
ofrecer, por aquí, ¿eh?
Bud comenzó a masturbarlo
con tortuosos movimientos lentos, disfrutando del gesto profundamente
enfurecido de Ron que intentaba luchar con el placer.
—Tsk.
—No mienta, Ron-nim.
Dígame: ¿Se siente bien?
Por supuesto, Bud no
esperaba respuesta, no se sorprendería si en cualquier momento fuera escupido
en la cara. Con su mano libre, Bud rodeó la barbilla del peligroso asesino y le
habló cercanamente al oído; su voz sonaba oscura y baja, a diferencia de su
tono jovial usual.
—Se siente asombroso que
ponga mis manos en esta parte, ¿no? Por favor, olvídese del pudor. — Lamió la
mejilla de Ron sin ningún pudor y posteriormente fue hacia su cuello, dejándole
allí un pequeño beso. — Pensar que podría verlo gimiendo debajo de mí. ¿No es
divertido?
Ron tragó saliva y apretó
los dientes. El sonrojo cubría las mejillas del ex asesino, quien se negó a
proferir algún sonido, era suficiente escuchando los chapoteos obscenos en su
entrepierna, estando en medio del bosque silencioso.
El Rey Mercenario volvió
a dedicarle una peligrosa sonrisa, pero se reservó sus pensamientos. Juntó
ambos miembros excitados y continuó con el ligero vaivén de sus caderas. Pronto
sus dedos estuvieron cubiertos de líquido preseminal y su ritmo continuó
volviéndose cada vez más fuerte y rápido.
—Ah, Ron-nim, ah, ah.
—Ugh, haa.
Los jadeos de ambos
resonaron en el ambiente hasta que luego de varias estocadas más, Ron se viniera.
Ante esto, una pequeña risa gutural salió de la garganta del Rey Mercenario,
antes de que este continuara masturbando su propio miembro, escaneando la
escena que se desarrollaba ante él, aquel asesino de fríos ojos negros ahora
estaba manchado de su propio semen, atado y sin escapatoria. Este efímero
pensamiento hizo que Bud se viniera también, terminando de manchar el abdomen
del asesino Molan.
—Jjaja, eso fue
divertido... Haa, haa, Ron-nim — Aun jadeando por el éxtasis, Bud se acercó de
nueva cuenta al oído de Ron. —¿Sabe, Ron-nim?, conozco muchas formas de
divertirnos… — Como una insinuación de sus descarados planes, las manos de Bud
fueron más allá de las caderas de Ron y apretaron sus glúteos, luego preguntó.
—¿No se sintió como si me lo hubiera cogido, Ron-nim? ¿Quiere saber cómo sería
si me lo cojo como a una chica?
Un feroz puñetazo casi
voló en pedazos la nariz del Mercenario, quién no pudo escapar de la golpiza
que aquel viejo patriarca le dio. Uno tras otro los golpes cayeron sin piedad
en no solo el rostro, sino también en el abdomen de Bud, a quién no le dieron
tiempo ni de respirar y luego de unos minutos de la descarga indiscriminada de
ira, vino la calma.
—¿R-Ron-nim?
Una daga con el sello
Molan se clavó a menos de un centímetro de su cabeza, haciéndole un profundo
corte en la mejilla izquierda y luego, el zapato de Ron se clavó en su
garganta.
—Espero que se haya
divertido mucho, Bud-nim...— El anciano sacó su bolsillo espacial y metió la
mano, sacando diez frascos de pociones curativas, tirándolas con indiferencia
en el suelo. Luego de esto se agachó y tomó los cabellos azules entre sus dedos
con fuerza, como queriendo arrancarlos. — Porque es mi momento de divertirme...
Los ojos que acompañaban
aquella sonrisa benigna y a la vez cruel estaban desprovistos de cualquier
emoción, eran los ojos de un despiadado asesino experimentado. Los gritos
desesperados del Rey Mercenario, Bud Illis, se escucharon por todo el bosque,
pero para Beacrox, quien preparaba la comida, fueron casi como música de
ambiente.


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