Capítulo 3 - EPNQC - Borrador

 

—Cerramos así el trato, su alteza. Es un honor. — El marqués Retaile le ofreció su mano.

—“Un tratante de esclavos”. —Había leído con atención el expediente de Ravenant con respecto a ese sujeto. En la superficie era tan solo un hombre que logró comprar su título, dueño de un gran comercio de telas. Lo malo estaba en las profundidades.

Lloyd la tomó con una sonrisa.

—El placer es mío, marqués.

—Claro que sí, príncipe. ¡Oh, espere, tengo algo para usted! — El hombre de cabellos canos atados en una coleta baja, rebuscó entre sus ropas y extrajo una moneda de oro. Lloyd la tomó entre sus dedos en el momento en que le fue extendida. Observó el sello de una mujer en el primer lado y una embarcación en el contrario. Un vacío se implantó en su estómago al verla.

El hombre se le acercó y susurró alegremente:

—Vendían esta moneda del Rey pirata en el mercado. — Posó su mano en el hombro contrario con una sonrisa orgullosa en su rostro. — Me acordé de usted ¿Le gusta mi regalo?

—…— Acarició la inscripción, deleitándose con el pulido con ácido que le realizaron. La moneda centellaba. Ofreció una sonrisa diplomática mientras la contenía en su mano.

—Será un placer seguir haciendo negocios con usted, Marqués.

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El tiempo transcurrió lentamente. Tortuoso.

Aún si la casa D’lor tenía múltiples minas de oro y la ciudad entera rebosaba de prosperidad, el único príncipe heredero todavía tenía que demostrar su valía.

—Estupideces.

Tuvo que visitar un par de lugares más ese día; sin embargo, lo consideraba inútil. Llevaba ya dos años intentando hacer que la vieja maquinaria del reino trabajara a su favor. Pero realmente estaba harto.

Poder militar, dinero, astucia o inteligencia, todo se reducía a los contactos favorables que pudiera concretar. Francamente, prefería vivir aislado en un barco pirata en donde dudaba cada día de su suerte. Observando el horizonte sin promesas de ningún mañana. Emocionado a la espera de vagar por el mundo guiándose por su ambición, desprovisto de cualquier moralidad que no fuera la propia.

Libre.

—Sabes por qué estamos haciendo esto. — Aburrido, Ravenant elevó la mirada sobre sus lentes, dejando a un lado el libro que seguía leyendo mientras estaban en el carruaje.

—No recuerdo haber dicho nada. — Guardando la moneda en el bolsillo interior de su chaqueta, el príncipe elevó su mirada castaña hacia su amigo, quien aguardaba sentado del otro lado.

Los irises azul eléctrico de Ravenant chocaron con los suyos.

—Reconozco esa mirada…— Entrecerró los ojos e inspiró profundamente. — Tenías los mismos ojos cuando escapaste.

Lloyd carraspeó y se arregló el pañuelo atado a su cuello, acomodándose en su sitio.

—¿Me culpas por querer prenderle fuego a este lugar? — Una sonrisa llena de sevicia cruzó por su rostro al imaginarse aquellas grandes casas nobles ardiendo hasta los cimientos. — Podría reunir todo el oro de aquí con un par de chicos, la esclavitud también es un modo de vida que los nobles deberían probar.

—Tsk. —Ravenant alcanzó el periódico a su lado y lo abrió con fuerza, arrugando el entrecejo. — La piratería arruinó lo poco de sentido común que quedaba dentro de tu cabeza.

—¡Jajaja! Puede ser…— En ese reino, tal vez había demasiadas personas. —¿Si no, por qué tendría tantas ganas de asesinar a alguien?

Ravenant frunció el ceño y le dio una mirada llena de reproche antes de volver a su periódico.

—Solo los bárbaros resuelven los problemas de esa manera.

—…— Lloyd cruzó la pierna en su asiento y se recargó. —Sí… Pero… Puede ser que la horca esté muy tranquila en estos días, los calabozos también.

—Haa…— Ravenant cambió de página mientras se acomodaban los lentes. — El respeto por el reino ha caído al saber que un pirata podría estar a punto de convertirse en Rey. Es normal que quienes hacen actos ilícitos se hayan empoderado.

—En ese caso…— Lloyd sonrió más brillantemente y se inclinó hacia su amigo. — Gun, qué tal de tomamos un par de espadas, cortamos sus cabezas y las colgamos en la plaza para que lo cuervos se coman sus ojos. ¿No sería ese un buen ejemplo?

Los ojos azules del susodicho por poco sueltan chispas.

—Esas costumbres piratas tuyas, debes hacer algo con eso. — Dejando el periódico a un lado con fuerza, Ravenant se inclinó mirándolo con frialdad. — Estamos en la actualidad, Lloyd, tenemos responsabilidades y tomar una decisión a la ligera puede hacer que todo en lo que hemos trabajado se vaya a la mierda.

Por primera vez en un tiempo, su amigo le hablaba sin tapujos; sin embargo, no se sentía feliz. El príncipe cerró la boca y se recargó en su asiento, dirigiendo su mirada a la ventana.

Era en momentos así que se daba cuenta de que estaba atado de manos y pies.

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Después de charlar con otros nobles, las citas se prolongaron hasta la madrugada. Lloyd salió del carruaje y se enfrentó a la fría noche sintiendo la pesadez del alcohol en su organismo. Se tambaleó por sí mismo hacia la puerta, negándose a recibir la ayuda de los sirvientes.

—Déjenme solo, conozco los caminos de mi propio palacio.

Ante su orden, los sirvientes que habían estado esperándolo para recibirlo asintieron después de tomar su abrigo y se fueron. Al escuchar los pasos alejarse, Lloyd miró hacia las escaleras majestuosas de aquel palacio.

Se sentía increíblemente vacío.

—Hm. — Sonrió para sí mismo. Cuánto se había acostumbrado a las pocilgas que los piratas llamaban piratas que ahora los lujos de aquella elegante morada le sabían a mierda.

—Ravenant tiene razón.

El palacio del príncipe heredero era grande, no rivalizaba con el del Rey, pero aún así contaba con múltiples bellas habitaciones y majestuosos salones para dar banquetes. Había dos salas de té, también de considerable tamaño y belleza, para la princesa heredera; además, un jardín que conectaba con el del Rey, con dos bonitos espacios al aire libre. Incluso un lago.

Cuanto se sentía en vela, como en esa noche, Lloyd paseaba por el lugar haciendo un recuento mental de lo que veía.

El campo de entrenamiento, luego pasó por las caballerizas y llegó al lago.

Agachándose vio su reflejo en la orilla.

Podía ver sus ojos opacos.

Su cabello medianamente largo estaba bien acomodado en una coleta baja, a pesar de la borrachera, su camisa y su chaleco se veían prolijos.

—Jejeje, te convertiste en una buena marioneta.

Mientras miraba su perfecta sonrisa recordó los dientes podridos de su antiguo capitán. Sí, a pesar de que esos bribones malolientes y criminales que eran los piratas, aún pensaba que eran mejores que aquellos nobles ostentosos que visitó hoy.

Por lo menos era auténtico.

Juntarse con los piratas era fácil. Eran mentes simples que se guiaban únicamente por sus propios deseos y vivían pensando que quizá ese día podría ser el último. No tenía que preocuparse por complicadas maromas mentales, ni por sutiles señales con guantes; solamente existían dos tipos de intenciones en esa tierra, querer matarte o no.

—Claro, eso no te salva de la traición. — Sí, esas escorias podían ser así si te descuidabas.

Una carcajada manó de los labios de Lloyd.

—“Al final no sé una mierda”.

Se sentó y miró las estrellas que navegaban el cielo nocturno sobre su cabeza.

—Yo también soy una escoria.

Había muchos lugares en los que había matrimonios arreglados como el suyo. ¿Por qué venía a su mente una y otra vez?

—No creí que llegaría a parecerme tanto a ellos.

Contestó para sí mismo, mirando la pequeña línea en la que se había convertido la luna.

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