Robert y Jay - Borrador

 Robert y Jay

Capítulo 1 - Amigos

—¡Rápido! —, murmuró prácticamente empujando a su acompañante dentro del apartamento. En cuanto se cerró la puerta, llevó sus brazos sobre los hombros contrarios acorralándolo contra la pared y lo besó. En medio de aquel frenesí, solo importaba la pasión de sus caricias; así fue como quedaron olvidados rápidamente los lujosos maletines que rodaron por el suelo.

Casi sin separar sus bocas, caminaron a trompicones hacia la habitación.

Pese a que estaba siendo obligado prácticamente, el hombre de cabellos oscuros se dejó hacer, chocando con el sofá que se encontraba a un lado de la habitación. Aunque fruncía el ceño incluso colaboró al liberarse de su corbata y su chaqueta. 

—Siéntate ya.— Esa fue a la siguiente orden que salió de los labios del hombre más bajo. Quien relamió sus labios en un sugerente gesto. Aún en silencio Jay hizo lo pedido obedientemente sin siquiera mirar atrás, comenzando a desabotonarse la camisa.

—Hoy mi ex va a llevar los niños a mi departamento—, explicó brevemente Robert deshaciéndose de su propio pantalón antes de arrodillarse frente a Jay y comenzar a desabotonar el suyo.

Acostumbrado a los toques contrarios, Jay frunció el ceño, acomodándose el cabello negro hacia atrás.

—Entonces no deberíamos parar?— Echó un vistazo al reloj plateado que reposaba en su muñeca, eran las 5 de la tarde. —Al menos te tomará una hora llegar, aunque con el tráfico que hay hoy puede ser más.

—Lo sé.— Sus ojos castaño claro se iluminaron al ver emerger el miembro semi despierto de los bóxer negros. Sonriendo perversamente Robert lo sujetó entre sus manos, guiándolo hacia su boca para darle un pequeño beso.

Al ver tal descarado gesto, el sonrojo que ya era leve en el rostro de Jay se volvió más fuerte. Acarició el cabello de su contrario, ayudándole a organizar un par de mechones de su largo flequillo, poniéndolos detrás de su oreja.

—Dije que llegaría tarde del trabajo y le pedí a la señora Manson que estuviera allí para atenderlos hoy en lo que llego.— Mientras explicaba, sus ojos estaban fijos en la erección que comenzaba a levantarse entre sus manos. Embelesado en cómo se erguía ante los suaves masajes de sus manos. De vez en cuando la extensión se veía sacudida por plácidos corrientazos. Elevó la mirada hacia los ojos negros que lo miraban fijamente y soltó una frase casi susurrando:

— Pero le prometí a los niños que mañana llegaría muy temprano.

Ante esto los dedos contrarios que aguardaban sobre su cabeza entraron en su coleta suelta y fueron hasta su nuca.

—¿Qué harás con el papeleo?

—En el auto lo terminé—, respondió antes de meterse el miembro ajeno en la boca sin más dilación. Un placer profundo inundó repentinamente a Jay, cuyos dedos se tensaron entre los cabellos ajenos y abrió más los muslos para permitir que Robert profundizará el contacto. Cerró los ojos disfrutando de la sensación cálida y mojada que recorría su pene con ansias.

—Mañana seguro también llegarás tarde por esos jodidos papeles que tú mismo impusiste.

Aprovechando el momento para descansar un poco, Robert se alejó y continuó masturbándolo.

—Me pagan lo suficientemente bien como para garantizar un trabajo impecable.

—Tsk. Solo dices mierda.

—Tú te esfuerzas en que responda.— Volvió a continuar con lo que hacía, besando y recorriendo con su boca el miembro contrario. Sólo de sentirlo chocando contra su paladar, sus bóxer estaban apretándole. Frunció el ceño mientras cerraba los ojos, intentando concentrarse. Una y otra vez intentó meterlo por completo en su boca, pero no pudo, aún no superaba esa sensación de arcadas que se esforzaba en evitar cuando llegaba a cierto punto; el pene de Jay tenía un buen tamaño y forma, tal vez incluso demasiado para la boca inexperta de Robert.

Los dedos que antes daban leves caricias en su nuca ahora se aferraban a sus cabellos con deliciosa fuerza, la justa para hacer que se estremeciera de pies a cabeza cada vez que lo jalaba para detenerlo; sin embargo, él era apasionado en todo lo que hacía y no pensaba darle tregua.

—Basta— En vez de intentar alejarlo nuevamente, terminó empujándolo hacia su miembro para forzarlo a detenerse. Tragó saliva ante la sensación desconocida y se mantuvo ahí por algunos segundos, sosteniendo la respiración, antes de finalmente soltarlo para dejar que se alejara solo.

Con la respiración tan entrecortada como la suya, Robert tosió un par de veces y se secó la boca con el dorso de la mano antes de sonreírle.

—Lograste que entrara todo.

—¿No era lo que querías?—, preguntó Jay al escuchar esa voz satisfecha e inclinando la cabeza sobre el espaldar del sofá descansó un momento de la terrible excitación que lo inundaba.

—Si... Y hay algo más.— Tras deshacerse de su camisa, Robert se levantó apoyándose en el sofá y fue hacia la entrada en donde dejó su maletín empresarial de cuero negro.

—Olvidé enviar el informe sobre la reunión de hoy.

—¡Ja! —No pudo evitar reírse. —¿Y tienes que hacerlo ahora?

—¡Trabajo impecable!—Robert acumuló la ropa que dejaron tirada, llevándola junto con sus maletines hacia la habitación. Se retiró los pantalones dejándolos junto al resto de su traje. Después, sacó su iPad y se acostó bocabajo en la cama mientras lo revisaba.

—Lo dejé en la bandeja como borrador, solo tengo que subir un archivo y enviarlo.

—Haa, estás loco.

—Mira el lado bueno, precoz, así no te vendrás tan rápido.

—¿Precoz?— Esa palabra le picó en el fondo de su cabeza. Jay volvió la vista hacia el hombre tirado en la cama y se rió en silencio. Tras ponerse de pie, se quitó toda la ropa que le quedaba encima y subió a la cama, sentándose sobre las piernas del contrario. Frotó su miembro sobre los bóxer de Robert y luego dio un vistazo hacia lo que este hacía.

—Oh, es sobre el proyecto para el que aprobamos el presupuesto la semana pasada.

—Si, ¿no es increíble mi equipo? Solo pasó una semana y ya tenemos buenos avances.

Riéndose entre dientes el hombre de cabellos negros pasó su mirada por el cuerpo bien trabajado del otro y fue hasta su cintura. Aunque su complexión era fuerte aún lucía muy delgado frente a la suya.

—Eso es porque los explotas hasta la muerte.— Masajeó sus glúteos con gula y luego le bajó la ropa interior revelándolos.

—Jajaja y que me lo diga el tipo más antipático de toda la compañía. — Concentrado en su trabajo, Robert permitió que Jay acariciara sus nalgas y lo tocara según quisiera.

—¿No necesitas darte un baño primero?— Sin esperar respuesta, Jay no se detuvo, ubicando su pene entre las nalgas del hombre acostado. El cuerpo contrario se estremeció ante esa sensación de cercanía.

—Nah, siempre me preparo antes y me limpié en el baño de la compañía porque sabía que no tenía tiempo hoy. Tengo todo listo. — Pudo ver la sonrisa lujuriosa de Jay a través del brillo de la pantalla.

—Haa, no sabía que podías hacer eso. — Pellizcó suavemente la piel y luego se puso a horcajadas para alcanzar el cajón de la mesita de noche, allí había un frasco de líquido transparente y algunos condones de primera calidad.

—Lo preparé todo con antelación.

Robert arrastró con cuidado una serie de archivos desde una carpeta virtual hasta el correo, pero cuando estaba por soltarlos en el lugar adecuado se detuvo, manteniendo con fuerza el dedo contra la pantalla para evitar perderlos. Un líquido aceitoso se derramó por su trasero, era tan resbaloso que incluso sintió como llegaba a sus testículos. Conteniendo la respiración llevó los elementos y los soltó con éxito en la bandeja de correo antes de girarse hacia su acompañante.

—Te dije la última vez que no usaras el aceite. No sale de la ropa cuando se lava.

—Pagaré la lavandería—, murmuró Jay disfrutando de la sensual escena. Secretamente sabía que ese aceite era un debilidad para Robert. Sus pulgares se deslizaron entre los glúteos firmes, develando la entrada ya preparada.

Pese a que Robert fingía no prestarle atención, tembló en el momento que sintió la punta de su pene chocando con aquel íntimo lugar. Alcanzaba a ver sus orejas enrojecidas desde allí. Aguantándose una risa burlona, volvió a lo suyo. Bastó con que presionara un poco más y poco a poco ingresó en la cavidad.

—Ha.

Elevó la mirada ante el pequeño jadeo y notó que las manos de Robert estaban inmóviles, tras unos segundos la pantalla cambió de brillo a uno más bajo, lo que delataba que llevaba un tiempo sin ser usada.

—¿No vas a enviar el correo?—, preguntó Jay empujando su cadera lentamente.

—E-Espera.— Casi sonó a súplica, pero no fue suficiente para detener el paso constante que llevaba Jay.

—¿Huh? ¿No vas a hacer un trabajo impecable?— Tragándose una carcajada siguió hacia adelante, al igual que hizo con su boca deseaba estar completamente dentro de él.

—Tic... Tac... Robbie.

Apretando los dientes, el susodicho contuvo su voz, por más que pasaran los días no podía acostumbrarse a esa sensación abrumadora de ser penetrado.

—Lo que me sorprende es que aún no te hayas venido—, soltó en un murmullo sarcástico, apretando los dientes.

—Me parece que ayer quedamos que yo era quien duraba más tiempo y tú eras un triste perdedor. — Aunque se estuviera derritiendo nunca cedería, en vez de eso levantó la mirada y despertó la pantalla de su iPad. Necesitaba leer el correo antes de enviarlo.

—Pff. — Ignorando aquellas provocaciones infantiles Jay saboreó la deliciosa sensación. A pesar de las muchas veces que habían repetido este acto en el último tiempo, seguía teniendo una deliciosa estrechez.

Decidió que era el momento de marcar un ritmo. Se apoyó en sus manos antes de sacarlo un poco y volver a entrar profundamente; así repitió, cargado de ansias. Él mismo sabía lo grande que era, había un punto con las chicas en el que intentaban alejarse porque dolía si no lo hacía con cuidado. Sabía perfectamente que Robert solo se estaba aguantando las ganas de detenerlo, pero no le importaba, en vez de eso, se aseguró de que pudiera sentirlo completamente agarrándolo de las caderas para mantenerlo lo más cerca que pudiera.

—Tsk, ya lo envié.

Derrotado el castaño apagó el iPad y lo dejó en la mesita de noche. En el momento en el que lo soltó, su mano fue interceptada por la de Jay, quien lo presionó contra la cama.

—Te dije que paráramos por hoy pero tú insististe.— Sin el estorbo del trabajo, aumentó considerablemente su ritmo, dando ligeros mordiscos en el hombro de Robert.

—Llevamos una racha diaria, ¿qué haré si dejamos de hacerlo por 4 días?— Su voz sonaba entrecortada debido al movimiento que hacía incluso temblar la cama. — Prefiero que sean solo 3.

—Si...— Suspiró Jay, volviendo a tomar las caderas contrarias. — Yo también.

Estando en esa posición, Robert enterró sus manos en las mullidas cobijas blancas y tembló, conteniendo sus jadeos a duras penas. Podía escuchar los quejidos leves de Jay, quien suspiraba extasiado cada cierto tiempo.

—¡Ah!— Siendo tomado de improviso, su propia voz lo delató, en esa última estocada Jay llegó a un lugar demasiado profundo.

La respiración de Jay tembló al escucharlo, por poco termina antes de que el otro. Siendo de esa manera se apartó, lo ayudó a girarse y se posicionó entre sus piernas.

—Hoy vas a venirte antes que yo.

Delirante por el placer, Robert asintió jadeante.

—Solo... Hazlo, no me importa.

Asintiendo el también, encaminó su miembro por la entrada ajena y permitió que se lo tragara en un potente movimiento. Sentía que estaba enloqueciendo solo con ver el rostro sonrojado de su acompañante, parecía estar disfrutando con creces aquel acercamiento entre ellos.

Tomó sus muñecas y sintiéndose como una bestia, se movió rápidamente. Para este punto ambos habían olvidado el mantenerse callados y en vez de eso sus voces se entre mezclaban.

—Así, así.

Estando cerca nuevamente, alcanzó las manos de Robert y las puso sobre sus hombros antes de sumergir la cabeza en su cuello. Se apoyó con una mano en la cama y con la otra lo masturbó, manteniendo un ritmo constante.

—Estoy cerca.— No necesitaba decírselo, ya sabía cómo se sentía cuando estaba por venirse y le apretaba el pene sin querer con su interior. Esta vez no se detuvo y continuó hasta que el otro eyaculó.

Se apartó para ver su rostro lleno de éxtasis y tras unos segundos disfrutando de la vista, continuó penetrándolo hasta que él mismo se vino también.

Aún con el placer recorriendo sus cuerpos se quedaron así un rato, con Jay descansando sobre su cuerpo. Cuando estuvo lo suficientemente calmado se apartó y se acostó junto a él, terminando de recobrar el aliento.

—¿Por qué saliste?—, murmuró Robert al verlo quitarse el condón y depositarlo en la basura.

—Ja, ¿tomarás la responsabilidad si se me para de nuevo?

Tras meditarlo unos segundos Robert suspiró: — Aún tengo que guardar algo de energía para llegar a mi casa.

—Puedes llevarte mi auto.

—Será raro si lo hago, ¿cierto?— Jay lo miró fijamente y luego se río entre dientes.

—Entonces espero que puedas caminar derecho sin ayuda.

—Jajaja, ¿por quién me tomas? Soy más rata de gimnasio que tú. Además, simplemente iré en taxi y fingiré que mi auto se rompió, así no tendré que manejar.

Observando el rostro sonriente del castaño, Jay asintió y recordó el placer que vio cuando estaban teniendo sexo.

—¿Se siente tan bien?— Robert no entendió a la primera la repentina pregunta, haciendo que la reformulara.— ¿Se siente también que te coja por el culo?

Esta vez Robert lo miró con cierta sorpresa y luego sonrió.

—¿Quieres probar?

Negando, el hombre se rio entre dientes.

—Solo pregunté porque parece que lo disfrutas.

—Ha, amigo. Esa fue la misma pregunta que me hice viendo porno antes de que llegáramos a esto. —Riéndose, alcanzó la muñeca de Jay y miró la hora en su costoso reloj plateado.— Tengo que irme.

Se levantó, tomando un pequeño descanso antes de ponerse en pie, ahora que todo había pasado sentía un leve entumecimiento en la espalda baja.

—Haa, creo que si te pasaste un poco. Pero está bien. — Tras dar un largo suspiro, continuó explicando: — Los niños se quedarán estos días y no podré venir hasta el Lunes.

—¿No puedes vivir sin mí?

Luciendo escéptico, Robert se giró y le sonrió pícaramente.

—Veamos qué dices cuando veas que pasan los días sin que venga.— Fue hacia el closet y sacó algunas de las ropas de reserva que tenía. — En la mañana vi salir de tu oficina a uno de los nuevos practicantes, salió llorando. Si ese es tu humor normal, no me imagino cuando no hayas cogido... Espera, ya lo vi, jajaja, por eso dicen que firmaste un pacto con el diablo.

—¿Si alguien hace mal su trabajo tengo que darle un dulce y unas palmadas en la espalda?— Llevando las manos tras su cabeza Jay lo miró fijamente, descansando aún sobre la cama desordenada.— La diferencia entre tú y yo es que tú haces que trabajen con una sonrisa luego de regañarlos.

—Sí, sí, a penas salga del baño me voy, nos vemos.

—Saluda a los niños por mí, diles que después enviaré un regalo.

Antes de salir completamente, Robert lo apuntó y exigió:

—Que sean muy caros, Jay.

—Lo sé.


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